Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado como
después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. Todo ha quedado
allá, las botellas, el barco, no sé si me querían y si esperaban verme. En el
diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos, una sangría
exploratoria, lo batió alegremente en cuatro sets. Un bosque altísimo rodea
esta casa en el centro de la ciudad, yo sé, siento que un ciego está muriéndose
en las cercanías. Mi mujer sube y baja una pequeña escalera como un capitán de
navío que desconfía de las estrellas. Hay una taza de leche, papeles, las once
de la noche. Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran a la
ventana que tengo a mi espalda.
Julio Cortazar
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